miércoles, 29 de octubre de 2014

La Silueta

Era una tarde de octubre. El mes estaba siendo anormalmente cálido como parecía que se estaba convirtiendo en una norma los últimos años.

- "Al final va a ser verdad lo del calentamiento global." - Pensó, mientras se quitaba la camiseta al entrar en casa.

Se sirvió un refresco de su desangelada nevera y se dirigió a la habitación donde tenía el ordenador. Lo encendió. Esperó los inacabables segundos que preceden a la carga del sistema y empezó a manejar el ratón mientras daba cortos sorbos al refresco. Se había propuesto por fin ordenar los datos de su navegador GPS. El fin de semana anterior había ido a la montaña en busca de setas y quería guardar los lugares que había visitado. Así pues, buscó algo de música, conectó el navegador y lanzó el programa que gestiona toda la información almacenada en él.

Mientras trabajaba en los distintos traks, waypoints y fotografías el sol de la tarde comenzó a entrar por la ventana. Era un sol radiante, aunque la luz estaba tamizada por las cortinas que ocultaban el interior de la habitación de miradas extrañas. En ese momento estiró sus brazos sobre su cabeza para desentumecer la espalda. Giró la cabeza y sus ojos se posaron el la pared donde el sol dibujaba la forma de la ventana. Movió la cabeza hacia el otro lado para acabar de estirar los músculos del cuello. Pero en ese momento algo en su mente le hizo volver a mirar al dibujo de la ventana en la pared. Por el rabillo del ojo había visto algo extraño, algo que no debería de estar allí.

Sobre la pared, dónde solamente debería de estar el recuadro luminoso de la forma del cristal, se recortaba una figura oscura. Tenía un trazado sinuoso. No había ningún ángulo recto donde lo que debería de haber era la línea recta que trazaría el marco de la ventana. Incrédulo se frotó los ojos con las manos.

- "Llevo demasiadas horas mirando el monitor del ordenador" - Pensó.

Miró hacia la ventana. Allí sólo pudo ver la cortina y la forma de la ventana marcada en ella. Volvió a mirar a la pared y allí seguía aquella silueta. Pensó que quizás la cortina creaba aquel juego de sombras en la pared por lo que se acercó hasta la ventana y la corrió. El sol entró a raudales a través de la ventana pero nada cambió, salvo que ahora la silueta era mucho más nítida, con mucho más contraste. Movió la mano delante de la ventana y la sombra de su brazo y su mano aparecía en la zona iluminada de la pared, desapareciendo donde la extraña figura oscurecía la luz. Era como si algo estuviese entre la ventana y la pared y, como su brazo, proyectase una sombra. Pero allí no había nada.

Intrigado se acercó a la pared. Frotó su mano por su superficie notando las pequeñas imperfecciones que creaba la pintura. Fue acercando sus dedos hacia el borde de la silueta intentando notar su contorno. Lo único que noto fue que en esa zona la pared, por increíble que pudiera parecer, estaba sensiblemente más caliente que el resto donde la luz del sol daba con toda su fuerza.

Hasta ese momento no se había parado a fijarse en la forma de esa silueta. Empezó a prestarle más atención y comenzó a darle sentido a ese conjunto de lineas sinuosas. Al principio no quiso creer lo que parecía aquella forma, pero tras unos minutos de observarla desde distintos ángulos se convenció de que lo que estaba viendo. Una linea suave descendía como la ladera de una montaña para acabar en un montículo respingón al que seguía una caída en una curva perfecta. A partir de ahí la silueta dibujaba una serie de sinuosas y delicadas curvas hasta desaparecer en la oscuridad donde el sol ya no pintaba con su luz la pared. Aquella forma le desconcertó, no podía creer lo que estaba viendo, pero aquello era realmente el perfil de un cuerpo femenino desnudo donde se destacaba claramente un pecho.

Asombrado por lo que veía y sin acabar de creerlo salió de la habitación hacia el lavabo. Se salpicó la cara con agua fría varias veces para despejarse y volvió de nuevo a la habitación. Allí seguía aquella silueta, el agua fría escurriendo por su cara no la había hecho desaparecer. Ahora que su mente había relacionado aquel juego de sombras con un perfil de mujer cada vez descubría más detalles, a cual más voluptuoso que enseguida asoció a su mente alterada. En ese momento una nube ocultó el sol y de repente la silueta se desdibujó hasta desvanecerse al desaparecer la luz del sol. Se lanzó hacia la pared y pasó frenéticamente sus manos por toda su superficie. todavía se notaba aquel calor extrañamente agradable donde había estado dibujada aquella forma.

Pasaron varios días en los que el cielo permaneció encapotado y el sol oculto tras una gruesa capa de nubes. Días de lluvia más acordes con la época del año en que se encontraban. Cada uno de esos días, tras llegar del trabajo, corría a la habitación donde la persiana permanecía subida buscando que ni un rayo de sol se perdiese. Pero lo único que consiguió es que los cristales de la ventana quedasen empapados por la lluvia. Empezó a convencerse de que aquello había sido una alucinación. que su mente le había gastado una jugarreta.

- "Llevo demasiado tiempo si una mujer" - Se dijo divertido y  a la vez un poco triste.

Los días de octubre fueron pasando, grises y oscuros. La idea de ver de nuevo aquella silueta se fue disipando en su mente. Pero de repente, un día, cuando ya octubre daba sus últimos coletazos de vida, un 29 de octubre, el sol volvió a brillar. Retornó volando del trabajo. Casi ni cerró la puerta al entrar en el piso y se dirigió corriendo hacia la habitación donde el sol entraba como una cascada a través de los sucios cristales de la ventana, donde la persiana seguía subida.

Allí estaba de nuevo aquella figura, destacando rabiosamente sobre el lienzo que formaba la luz que provenía de la ventana. Volvió a recorrerla con sus dedos, notando la tibieza que desprendía. Siguió cada una de las curvas una y otra vez con los ojos cerrados, intentando que sus dedos le dijesen de dónde podía provenir aquella forma. Por otro lado en su mente se iba implantando una idea descabellada. Por alguna razón había algo en aquella silueta que le era familiar o, si lo analizaba fríamente, deseaba relacionarla con alguien conocido.

De repente, al acercar de nuevo sus dedos al borde oscuro de la silueta, notó algo distinto. La pared ya no era lisa. Se había formado un abultamiento, casi imperceptible. Si no fuese porque había pasado tantas veces las yemas de sus dedos por la zona y se la conocía a la perfección, hubiese creído que era un defecto de la pared. Pero era otra cosa. Era algo blando que respondía a la presión de sus dedos, hundiéndose y luego volviendo a recuperar la forma. El efecto estaba ocurriendo por toda la extensión marcada por la figura.

La forma se iba hinchando tomando volumen. Fue dejando atrás el color azabache para ir tomando un tono tostado. Tras unos segundos interminables, surgiendo de la pared, había aparecido una mujer. Como si fuese una Venus Anadiómena surgiendo del mar, ella surgía de la oscuridad, creada por la luz del sol. Estaba completamente desnuda, salvo por un collar que llevaba al cuello del cual colgaban una serie de letras que formaban su nombre. Antes de mirar a su cara recorrió cada centímetro de aquel cuerpo con su mirada intentando descubrir el enigma que representaba aquel cuerpo desnudo. Recorrió sus pies, sus piernas, sus caderas intentando memorizar cada pliegue, cada lunar. Pasó rápidamente su vista por su sexo, no queriendo mantener allí su mirada por una estúpida sensación de vergüenza. Siguió a su ombligo y subió rápidamente la mirada hasta los pechos que habían llamado ya su atención desde que aquel cuerpo era solamente una silueta recortada en la pared. Allí sus ojos se quedaron hipnotizados antes los pezones que se erguían desnudos de cualquier sujetador. Su mirada pasaba por todos los puntos, recreándose en las aureolas, en la curvatura de aquellos, para él, maravillosos senos que como dice el poema eran vocación para las manos y destino para los labios.

En ese momento escuchó una voz que le llamaba por su nombre. Era una voz suave, sensual, aterciopelada y rabiosamente conocida. Alzó la vista de aquellos senos hipnóticos y la miró a la cara. Las escasas dudas que le quedaban sobre la identidad de aquella mujer se disiparon al mirar sus ojos, cientos de veces esquivos e igual número de veces perseguidos por los suyos. Esta vez estaban clavados en él, con una mirada que penetraba sus pupilas y llegaba hasta su alma.

- "Ven. Abrázame." - Escuchó en su mente mientras ella le hacía gestos para que se acercase.

Dudó un instante, pero aquellas palabras seguían repitiéndose en su mente y vencieron a la parálisis producida por ver a esa mujer, tantas veces deseada, esplendorosamente desnuda ante él. Se acercó a ella y la abrazó, sintiendo el calor que desprendía aquel cuerpo que atravesaba su ropa y que le reconfortaba y excitaba al mismo tiempo. Hubiese querido quedarse así, en un abrazo eterno, con su cabeza apoyada en su hombro. Pero ella cogió su cabeza y le obligó a mirarla. Acercó sus labios a los de él y de dio un beso. Sus labios ardían y su lengua de fresa jugueteó con la suya dentro de su boca, mientras le desnudaba.

En ese momento, una vez vencida la timidez y vergüenza, él tomo la iniciativa. La sujetó con sus manos por las caderas y la llevó hasta la cama. Ella se dejó elevar por aquellas manos calientes y se agarró a su cuello mientras clavaba sus ojos, ya nunca más esquivos, en los de él. Sus piernas se cerraron sobre su espalda apretando su cuerpos como queriendo fusionarse en uno. La tumbó sobre la cama y volvió a recorrer aquel cuerpo, pero ahora no con la mirada sino a base de caricias y roces con los labios. Acariciando aquí y mordisqueando allá, notando como toda ella temblaba de placer.  Sus cuerpos sudorosos vibraban casi al unísono. Sus pieles ardían, su sangre casi en ebullición era impulsada por sus corazones latiendo acompasadamente uno al ritmo que marcaba el otro. Ella abrió los ojos y le miró con esa mirada abrumadora que le inundó de un sosiego y paz que se tornaron en deseo y amor. Se giró y tumbándole sobre la cama hizo que entrara en ella. empezó a cabalgar suavemente, con movimientos ligeros. Llevo sus manos a sus senos mientras le transportaba a un mundo de placeres por mucho tiempo deseados.

La tarde empezaba a transformarse en noche y la luz del sol empezó a desaparecer dando paso a la oscuridad. Al mismo tiempo aquel cuerpo, aquella mujer deseada hasta casi la locura, se fue disipando. Intentó sujetarla mientras se desvanecía pero fue imposible. Antes de desaparecer del todo su voz volvió a resonar en su cabeza:

- "Hasta el próximo día soleado...." - dijo la sensual voz en su mente.

Allí se quedó en la soledad de su cama. Extenuado de cansancio y de deseo. Anhelando un nuevo 29 de octubre soleado. Aunque realmente deseaba que no volviese a aparecer una nube en el cielo nunca más. Que el sol no se ocultase nunca y que aquella silueta de la pared se quedase convertida en cuerpo para siempre.

























martes, 24 de junio de 2014

El mar de tu alfombra

Era un día de primavera, pero no era un día normal. Era el día en que abriste la puerta de tus dominios. El día en que podría conocer los rincones donde te refugias, donde dejas ir tus emociones, donde eres invencible pero a la vez vulnerable.

Viajé, más bien volé,  hasta las puertas de tu reino, con el corazón henchido de ilusión y a la vez encogido por miedos estúpidos. Por el camino en mi mente se agolpaban las palabras que iba a decirte, entrenaba mis gestos para que fuesen lo más naturalmente entrenados posible. 

Por fin llegué a tu puerta y casi sin espera tras mi llamada nerviosa y ruborizada abriste la puerta. Todo lo ensayado se vaporizó de mi mente en cuanto me saludaste y posaste tus labios sobre mi mejilla. Entré en tu mundo totalmente abrumado por las sensaciones, intentando recopilar todos los colores, las fragancias y las texturas de lo que era una gran parte de ti, como si con ello pudiese adquirir un poco de tu esencia y llevármela conmigo cuando me fuese.

Me encontré con el mar mullido y suave de tu alfombra arrebolada. Había soñado con ese mar sanguíneo, bordeado por los acantilados que formaba el sofá que se alzaban inexpugnables, con sumergirme en él a tu lado, y ahora lo tenía delante de mi y no me atrevía ni tan siquiera a introducir mis pies pensando que pisar su textura sería como profanar un lugar sagrado. En ese momento llegaste a mi lado batiendo tus coloridas alas de mariposa. Te posaste delicadamente sobre una de las para mi inexpugnables rocas del sofá y me arrastraste hasta tu lado.

En ese momento las palabras ya no tenían sentido. Mis palabras no salían de mi boca pero noté como con tu silencio entendías todas mis emociones. Me dabas energía y, a la vez tu bebías de mi silencio. Tus siempre esquivos ojos se centraron en los míos, penetrando en ellos hasta llegar a lo más profundo de mi alma y en ese punto mi espíritu se unió al tuyo.

Hiciste descansar mi cabeza en tu pecho. Empecé a escuchar los latidos de tu corazón y me abracé a ellos mientras tu respiración me acunaba suavemente. El tiempo dejó de tener sentido solo venía marcado por los pálpitos de tu corazón. El espacio silencioso entre ellos lo aprovechabas para hacerme viajar a todos los mundos que se esconden en ese mar inmenso de tu vida.

Ese silencio roto por cada nuevo bombeo conseguía que mi corazón se armonizase con el tuyo. Enseguida creaste en mi el deseo, el ansia de notar el siguiente golpe en tu pecho, mientras éste seguía subiendo y bajando como las olas de un mar tranquilo y sereno. Anhelo el momento de la siguiente explosión vital. Noto como llega, como mi corazón se prepara para darle la réplica y en ese momento suspiro de felicidad y de alegría por sentir que compartimos un momento de vida.  

De repente me veo ante tu puerta, a punto de pulsar el timbre, mi mente ha vuelto a voltearme. Mi dedo aprieta el pulsador y tú apareces en la puerta. Me saludas con un "Hola bitxet!!". Me das un beso en la mejilla y en ese momento se que mi corazón sigue sincronizado con el tuyo.




domingo, 30 de marzo de 2014

Los sentidos a las diez de la noche

Son poco más de las diez de la noche y anhelo el instante en que compartimos un momento de charla . Con los pies sobre el sofá y arrebujado con una manta pienso que al otro lado de la linea ella también está tendida  sobre su alfombra nueva y con una manta cubriendo su cuerpo. Inconscientemente estiro mis piernas buscando que mis pies toquen los suyos imaginando que la distancia no existe y que está a mi lado y que al notar el roce, ella encoge las piernas, se gira y apoya la espalda sobre mi pecho.

En ese momento, estando muy juntos, me gustaría ver a través de sus ojos y escrutando los míos encontrar la parte que falta de mi mismo. Ver con ellos el sol, el mar, la hierba, la sonrisa de un niño y entender lo maravilloso que es el mundo. Con su oído escucharía su voz y permanecería muy atento a todas sus palabras que irían entrando en mi cuerpo, llenándolo, acariciándolo y calentando hasta mi alma. Podría entender cada una de ellas para así poder hacer que sus palabras sean deseos hechos realidad. Le robaría el olfato y me acercaría aún más a su cuerpo para embriagarme con su olor de azahar, de lavanda y tomillo. Me perdería en el olor de su pelo suave como el olor de la brisa marina. Con su gusto lameré todo su cuerpo; disfrutando de cada centímetro de piel, paladeando los sabores dulces y salados que se esconden en cara recoveco de su cuerpo. Le pediré su tacto y en ese momento la abrazaré y acariciaré hasta que se duerma en mis brazos que la rodearán como si fuese una cálida manta mientras reposa su cabeza en la almohada de mi pecho. Una vez que tenga sus cinco sentidos haré que nuestros cuerpos se conviertan en placer.

En ese momento nuestra charla se acaba. Encojo las piernas. Ella está al otro lado de la linea arrebujada en su manta sobre su alfombra nueva. Ya espero con alegría que vuelvan a ser poco más de las diez de la noche.



domingo, 16 de marzo de 2014

El viento entre los árboles

Se despertó durante la noche con una sensación de frío intenso y húmedo. Durante unos segundos no quiso abrir los ojos por si el sueño volvía a atraparle pero pasaron los minutos y no consiguió volver a conciliarlo. Al intentar cambiar de posición notó cierta rigidez en los miembros que le impedía moverse. Desesperada abrió los ojos pero sólo consiguió ver una negrura impenetrable salpicada aquí y allá con esos fogonazos de luz que no son más que fantasmas que nuestro propio ojo crea cuando no hay luz a la que agarrarse.

Intentó frenéticamente moverse, pero tras largo rato de luchar se dio cuenta de que no notaba ninguno de sus miembros. Era como si hubiesen desaparecido, o más bien que se hubiesen fusionado con su cuerpo. Asimismo notaba como que su cuerpo estaba recogido, como cuando en algunas noches frías se había hecho un ovillo intentando ocupar el menor espacio posible en la inmensa y solitaria cama. El intenso frío fue desapareciendo a medida que notaba una claridad creciente a su alrededor. Aunque tenía los ojos abiertos no veía nada, sólo notaba la claridad y la temperatura que poco a poco subía. Un silencio atronador la acompañaba.  Nada se oía, ni tan siquiera el batir constante de su corazón en los tímpanos que en tantas ocasiones le había acompañado en sus noches de insomnio.

De nuevo intentó moverse, pero sin éxito. Un grito de desesperación salió de su garganta, pero ni un sonido turbó el silencio.Había perdido toda la sensación del tiempo. No sabía si habían transcurrido horas o sólo un segundo y eso le hizo pensar en que debería de estar soñando. Estaba claro que era una terrible pesadilla y que pronto acabaría cuando se despertase, ¿pero soñar que estamos dentro de una pesadilla no la convierte en realidad? Mientras esos pensamientos bullían en su mente notó como la luz que la rodeaba iba disminuyendo y al tiempo que la oscuridad ganaba terreno también lo hacían de nuevo el frío y la humedad.

Los ciclos de luz y oscuridad se repetían pero notó como poco a poco la claridad cada vez ganaba terreno. Tras uno de esos ciclos algo cambió. Notó como su cuerpo se ensanchaba, como por todo él recorría un frío pero agradable líquido que llenaba todas sus células. Dejó de notar que estaba echa un ovillo pero seguía sin notar sus brazos y piernas. Todo seguía oscuro pero en algunos momentos pasaban ante sus ojos retazos de una negrura aún más intensa. De nuevo intentó moverse violentamente sacudiendo todo su cuerpo, gritando hasta que sus pulmones y garganta deberían de haber estallado pero nada ocurrió.

Dejó de luchar y en ese momento apreció algo de lo que no se había dado cuenta. Su cuerpo se movía, pero no era por su voluntad sino como mecido suavemente, a su alrededor notaba más movimiento lo que la asustó terriblemente. ¿Quién la retenía y la mecía en su cama? ¿Quienes eran los que merodeaban por su habitación? No obtuvo respuestas a sus preguntas. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero al mismo tiempo notaba cierta paz y una sensación agradable mientras su cuerpo se mecía como arrullado por una suave brisa. En otros momentos se sentía vapuleada, agitada arriba y abajo, a derecha e izquierda violentamente y notaba como las sombras que la rodeaban tambíen se movían frenéticamente.

Los ciclos de luz y oscuridad se seguían sucediendo. Unas veces la luz parecía tamizada y su calidez era mucho menor; otras veces parecía no haber luz y la sensación de humedad y frío se volvía muy intensa. Con cada ciclo que pasaba se sentía mucho más a gusto, casi había olvidado su pánico ante la inmovilidad y la oscuridad. Apreciaba la húmeda oscuridad tras la larga aridez de la luz que hasta el momento iba ganando terreno a la oscuridad.

En un momento dado la sensación de calidez disminuyó, el tiempo de claridad era  mucho más corto y notó como cada vez eran menos las sombras que se movían a su lado. Poco a poco el líquido que la llenaba fue desapareciendo y su cuerpo se fue secando. Empezó a notarse rígida y quebradiza. Ya no se mecía como anteriormente. Ya no notaba la calidez de la luminosidad ni la humedad de la oscuridad. De repente mientras su cuerpo se balanceaba notó como algo se rompía y salió disparada. Ya nada la retenía, tuvo cierta sensación de libertad y de alegría pero a la vez miedo al notar como su cuerpo se balanceaba a la merced del viento sin ningún control.

De repente dejó de moverse. Siguió notando los ciclos de luz y oscuridad pero esta vez la humedad no desaparecía y el frío era más intenso. Poco a poco su cuerpo siguió secándose y desquebrajándose hasta que no quedó nada de ella y dejó de notar el viento entre los árboles.


domingo, 17 de noviembre de 2013

Lluvia de noviembre

Regresaba a casa tras la visita familiar rutinaria. Había sido un día gris, plomizo, con lluvia intermitente pero que en ese momento se mantenía firme. Al salir de la estación de tren decidió ir a través del parque que cruza la ciudad para hacer parte del recorrido hasta su casa por un lugar tranquilo.

El parque atravesaba de norte a sur un buen trozo de la ciudad. Se había aprovechado el cauce de una riera que pasaba junto antiguas iglesias románicas y un castillo cartuja lo que le daba cierto aire de autenticidad.

Mientras bajaba las escaleras de peldaños inmensamente incómodos sus sentidos se dejaron llevar por las sensaciones que le rodeaban. Los árboles tenían un aire un tanto misterioso a la luz de un atardecer filtrada por las nubes de lluvia. Las hojas amarillas destacaban como si fuesen de pan de oro junto aquellas otras de un color verde rabioso que todavía no se habían dado cuenta que el otoño hacía ya tiempo que había hecho acto de aparición en el calendario y se resistían a abandonar su traje veraniego agarradas con frenesí a las ramas que las sujetaban. El suelo refulgía como un espejo reflejando las luces de las escasas farolas que se iban encendiendo según la tarde iba cayendo. Tapado escasamente con un desvencijado paraguas iba recibiendo salpicones de lluvia por los diversos agujeros que la tela del paraguas tenía por varios sitios.  El agua que recibía en la cara y las manos le hizo tomar la decisión de cerrar el paraguas y recibir esa lluvia directamente y así lo hizo. Al principio el frescor de las gotas le provocaron un escalofrío pero enseguida se habituó.

Siguió andando parque abajo y ahora pudo oír la lluvia como repiqueteaba sobre las hojas caídas que se arremolinaban en montones amarillos, marrones y rojizos que destacaban sobre el verde césped. Se escuchaba el canto de la antigua riera con más agua de lo que está habituada normalmente. El sonido de un desagüe roto que provenía de uno de los puentes que cruzan el parque. El aire húmedo era en cierto modo reconfortante ya que no era frío y venía cargado de olores. Olor a tierra empapada, a hierba húmeda, a madera. Cuando pasó cerca de ciertas plantas la lluvia al golpearlas les arrancaba olor a espliego, a romero y a tomillo. Esos olores y sonidos le transportaron a su niñez cuando los días de lluvia su madre le ponía las botas de agua y se pasaba todo el camino chapoteando en todos los charcos que había en la pequeña acequia de desagüe que iba junto a la carretera que le llevaba hasta el colegio.

Subió el empinado caminito que le sacaba del parque y volvió a la carretera, a la ciudad. Allí volvió a abrir el paraguas para mezclarse de nuevo con la gente que deambulaba por las calles. El asfalto reflejaba las luces rojas, verdes y amarillas, esta vez no de las hojas, sino de los semáforos. Los faros de los coches le mostraron que la lluvia había arreciado y no se había dado ni cuenta. Ya no se oían los sonidos del agua al correo golpear las hojas, sólo el ruido de los neumáticos que levantaban nubes de gotas sucias tras los coches.

Tras un corto recorrido por las aceras empapadas llegó a casa, dejó el desvencijado paraguas en el lavabo para que se secara, sacudió el agua del abrigo y se sentó junto a la ventana mientras veía caer esta lluvia de noviembre.


miércoles, 16 de octubre de 2013

El hada de mis sueños

Hace casi un año que conocí a una hada. No sé que es lo que le llamó la atención de mi pero fue un instante mágico robado al tiempo en que cruzamos nuestras existencias, un momento fugaz durante el cual compartimos una conversación trivial, miradas esquivas y alguna que otra risa nerviosa.

Ese día, que era un tanto especial para ese hada maravillosa ya que cumplía años, se convirtió para mi en una nueva aventura llena de misterio, de alegrías, de ilusiones. Poco a poco, casi de puntillas, se ha ido ganando un lugar en mi mente, en mi corazón y en mi alma. Se ha ido introduciendo en los recovecos de mi espíritu y en tan poco tiempo ha conseguido conocerme mejor de lo que yo me conozco a mi mismo. Logró ayudarme a talar los árboles que no me dejaban ver el bosque, a secar mis lágrimas cuando éstas salían a borbotones, a ser optimista, a valorar lo que tengo y lo que soy y a ser yo mismo piensen lo que piensen los demás. En aquel momento lanzó sobre mi su polvo de hada y ya nada conseguirá que salga de mis pensamientos.

Espero que por mi parte haya conseguido también introducirme en sus sueños y en ese momento hacer que sonría, introducirme en sus pensamientos, en su vida. Que, de algún modo, haya logrado que sea menos "cargolina", que la ayude a cerrar viejas heridas de guerra emocional, que descubra nuevas cosas o que recupere viejas aficiones que tenía olvidadas ya sea a base de "secuestros" consentidos o de un bombardeo sistemático de propuestas algunas totalmente absurdas. Espero que algún día me invite a esas "vacaciones de si misma", viajar con ella al interior de su alma y poder ir a cumplir alguno de sus sueños que ahora también son los míos.

Ahora mi hada, mi brujilla, está pasando por una experiencia de las que desgarran el espíritu y lo dejan maltrecho. Como siempre trata de ser fuerte y firme como una roca, de controlar el caos, de planificar lo inesperado, de calmar a la tormenta. Sé firmemente que ella sabe que si se tambalea puede apoyarse en mi, que podemos ordenar el caos juntos aunque yo sea un desordenado convulsivo, que podremos trazar nuevas rutas para evitar lo inesperado si se pierde, que tendrá mi paraguas para protegerse de la tormenta cuando se haya cansado de mojarse.  Cuando esta experiencia acabe sé que mi hada preciosa no será la misma, que será más fuerte y más sabia que antes y que no habrá perdido ni una pizca del poder mágico que me encantó hace ahora casi un año sino que su embrujo será todavía mayor.



And remember that I always love you.




miércoles, 9 de octubre de 2013

Laura si está

Tal día como hoy, hace ya cuatro años, había casi olvidado el sentimiento de alegría que te produce una buena noticia. Ese día, un simple mensaje en el móvil me informaba del acontecimiento; Laura había llegado a nuestras vidas.

Durante los cuatro años anteriores había tenido la enorme suerte de que mis amigos me dejasen compartir su alegría, sus miedos, sus preocupaciones, su esperanza tras el nacimiento de Alberto y de nuevo permitieron que volviera a sentir toda esa tormenta de emociones al nacer Laura pero aumentadas al pedirme poco tiempo antes que fuese su padrino.

Ese día fue muy especial. Durante los meses previos había notado tras pedirle a su madre permiso, rojo de vergüenza,  como se movía en su vientre. Al tomar torpemente en mis brazos a aquella criaturita y notar su calor hace que se te despierten instintos que creías no tener. Sientes la necesidad de proteger, de cuidar, de amar a esa personita que dormita en tus brazos.  Sólo puedo llegar a imaginar que es lo que sienten sus padres y sentir una sana envidia por dejarme experimentar, aunque sea una pincelada minúscula, de lo que supone tener un hijo.

Desde ese momento ya han pasado cuatro años. Cuatro años de "mamitis", en que conseguir un beso o un abrazo suyos fuese casi un milagro. Pero todo eso se desvanece cuando te da un enorme abrazo, te manda un beso por el teléfono, te explica que tiene un delfín que se llama como su novio o se ríe a carcajadas ante una tontería por mi parte. O cuando con un "¿Jugamos, tite?" consigue que te derritas y acabes tomando un café en la cocinita de juguete o dibujando torpemente un retrato de Dora la exploradora.

Este "post" es sólo para felicitarte Laura. Muuuuuchas felicidades de parte de tu "tite". Y también aprovecho para dar gracias a Jorge, a Natalia, a Alberto y a Laura por dejarme quererles.